Comentario
En 1485, tras la muerte de su esposa y tras la negativa de Juan II de Portugal a financiar su viaje, Colón se dirige a Castilla donde pasará siete años decisivos (Manzano) hasta lograr un patrocinador para su empresa. Fue muy bien acogido por los franciscanos de La Rábida (fray Antonio de Marchena, fray Juan Pérez) y entra en contacto con marinos y otras gentes que le apoyan (el duque de Medinaceli, por ejemplo), logrando enseguida entablar negociaciones con los Reyes Católicos, que si bien no admiten de inmediato su plan, tampoco lo rechazan del todo y en 1486 le ordenan permanecer a la espera, vinculado a la corte, concediéndole algunos subsidios.
La prolongación de la espera se explica por varias circunstancias: en primer lugar, la Guerra de Granada, que absorbía todos los fondos y energías de la Corona; en segundo término, los informes negativos de las comisiones que estudiaron el proyecto; y por último, las prerrogativas solicitadas por Colón, tan ambiciosas que, incluso una vez superadas las anteriores dificultades y cuando parecía que se llegaría a un acuerdo, en marzo de 1492, se rompen las negociaciones y los reyes despiden a Colón con un "váyase en hora buena". Pero enseguida, y sin que sepamos con certeza por qué, le piden que regrese y aceptan todas sus pretensiones. Quizá la explicación de este enigma esté en la decisiva intervención de Luis de Santángel, judío valenciano que ocupaba el cargo de Escribano de Ración de la corte (especie de ministro de Hacienda), que según cuenta Las Casas convence a la reina y ofrece financiar la empresa aportando 1.140.000 maravedís -claro que no lo hizo con dinero suyo sino adelantando fondos de la Santa Hermandad-. El resto del dinero, hasta completar el presupuesto total estimado en casi dos millones de maravedís, sería aportado por comerciantes genoveses.